Nota publicada en la revista Gerencia Ambiental, Número 219, Buenos Aires, Agosto 2015.
Por Nancy Gil
Hasta hace algunos años cuando llegaba el momento de elegir mi próximo destino de vacaciones uno de los primeros que se me ocurría era, sin dudas, Brasil. Al instante me imaginaba en una playa de aguas cálidas saboreando una deliciosa “caipirinha”. Por entonces, Brasil era sinónimo de playa y de gente amigable y relajada.
En nuestros días, la visión que muchos tenemos de nuestro país vecino ha cambiado bastante, tal vez para ser más amplia. Hoy es más frecuente escuchar que empresarios y profesionales viajan a Brasil a hacer negocios. Los destinos más visitados por los argentinos han dejado de ser exclusivamente las playas de moda y hoy también aparecen en la lista ciudades económicamente importantes como Belo Horizonte, Curitiba, Porto Alegre y, por supuesto, la más grande de América Latina: São Paulo.
Es que después de la crisis de 2001 las empresas argentinas tuvieron que reinventarse. En medio de una de las crisis económicas más profundas que vivió Argentina y luego de una fuerte devaluación en 2002 el panorama era adverso, el mercado interno estaba casi paralizado. Sin embargo, muchos empresarios en medio de esa situación supieron ver una oportunidad y decidieron colocar sus productos y servicios en el exterior.
Un rasgo que diferenciaba notablemente esta crisis de otras anteriores, eran los avances producidos durante el siglo XX en tecnología y comunicaciones. Además, Argentina contaba con un buen nivel profesional de ingenieros, administradores de empresas, informáticos y de otras áreas lo que tornaba a sus profesionales recursos competitivos internacionalmente.
Empresas de consultoría montaron en Argentina sus centros desde donde prestaban servicios a sus clientes ubicados a miles de kilómetros en otro lugar del mundo. La ecuación era simple: para las compañías internacionales era más ventajoso contratar a un profesional argentino a pesar de tener que sumar el costo de comunicaciones que contratar a un profesional con el mismo perfil en un país de Europa o Estados Unidos donde el costo laboral era notablemente más alto.
Otra característica propia de aquella crisis fue que no solamente las grandes empresas de siempre fueron las que empezaron a ver en los mercados internacionales un objetivo posible para sus operaciones. A partir de aquel momento también las pequeñas y medianas empresas se sintieron capaces de exportar sus productos. De esta manera, pequeños productores de alimentos, desarrolladores de tecnología y proveedores de servicios comenzaron a llevar sus productos a nuevos mercados y también muchos, como los operadores turísticos, atrajeron clientes extranjeros a venir a la Argentina.
A la hora de elegir en qué destino hacer negocios, había que evaluar algunos factores:
- Distancia: factor que incide claramente en los costos;
- Diferencia horaria: Ofrecer servicios en tiempo real a países de Asia, por ejemplo, requiere establecer un horario de trabajo nocturno a nivel local.
- Idioma: La correcta comunicación con los clientes resulta imprescindible.
Como resultado de esta evaluación, muchos empresarios argentinos decidieron desembarcar en otros países de América Latina ya que ellos cumplían con todos los factores antes mencionados.
Sin embargo, este conjunto de países seleccionados no incluía a la economía más grande de América Latina: Brasil, donde sus 200 millones de habitantes hablan portugués.
Como mencionamos antes, contar con personal entrenado para comunicarse con clientes que hablan otro lenguaje era esencial. Por eso, muchas empresas compararon el tiempo que demandaba aprender una lengua extranjera y supieron detectar que el portugués puede ser hablado y entendido en un tiempo significativo menor que otros idiomas no latinos como el inglés o el chino. Lo que en términos de costos significa un ahorro.
Situación actual de la inversión extranjera en Brasil
El grupo Santander, en su portal de inversiones señala que la inversión extranjera directa (IED) hacia Brasil, en plena expansión tras su ralentización en 2009, experimenta una ligera baja desde 2011. Después de alcanzar 64 mil millones de dólares en 2013, el flujo de IED con dirección Brasil alcanzó la cantidad de 62 mil millones de dólares en 2014. Brasil es el primer receptor de IED de América Latina y el quinto destino mundial de flujos entrantes de IED. El país es actualmente el cuarto inversor entre los países emergentes y el primero de América Latina.
El atractivo de este país para los inversores internacionales se debe a varios factores:
– Un mercado de casi 200 millones de habitantes.
– Una economía en plena expansión.
– Un fácil acceso a las materias primas.
– Una economía diversificada y, por tanto, menos vulnerable frente a las crisis internacionales.
– Una posición estratégica que facilita el acceso a los otros países sudamericanos.
Entre los factores que actúan negativamente en las IED se encuentran la fiscalidad elevada y compleja, los plazos burocráticos y la legislación del trabajo (pesada y rígida).
Gentileza de la revista Gerencia Ambiental
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